domingo, 20 de noviembre de 2016

"Nada" de Janne Teller.

    La tertulia amiga ya no nos sorprende, ni siquiera con sus sorpresas. La que nos ocupa cuesta refenciarla: unos dicen que se emparenta con el Señor de las moscas de William Golding, otros con el Emilio de Rousseau, sin desdecirlos me recuerda al planteamiento inicial del Barón rampante de Italo Calvino. Lo que sí está claro es que a partir de esta lectura tendremos un nuevo hito que nos servirá para situar nuestra próximas lecturas.

Babelia, de El País, nos presenta la obra así:



La miseria y la nada

Janne Teller trama un artefacto narrativo irregular literariamente, pero eficaz en su cometido de reclamar del lector una actitud crítica frente a la violencia o la intolerancia.

Ya con el libro en sus manos, el lector verá en la solapa una foto de Janne Teller y la breve reseña biográfica al uso que, en este caso, aporta más información de lo habitual, ya que su área de especialización profesional antes de dedicarse a la literatura (la gestión de conflictos) y los lugares donde ha vivido y trabajado para organismos internacionales (Tanzania, Bangladesh y Mozambique) son datos de especial relevancia a la hora de entender la estructura y concepción de la novela. La prevención y gestión de conflictos son una rama relativamente joven de la acción exterior, a caballo entre la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria, que se propone analizar los escenarios políticos para detectar semillas de violencia y atajar posibles guerras, éxodos o genocidios. Y al igual que sucede con la cooperación, se trata de una disciplina que pretende a duras penas encajar la realidad en marcos lógicos, metodologías, planes de acción y escenarios teóricos que a menudo son desbordados por los acontecimientos.
Resultado de imagen de nada janne tellerEl lector que se encuentre en su librería habitual con la edición española de Nada no hallará en la portada ni en la contraportada ninguna pista que le pueda llevar a pensar que es una novela originalmente escrita para adolescentes. Tampoco es el primer caso de literatura juvenil que conquista al público adulto, se propaga de boca en boca y se convierte por mérito propio en una novela para lectores de todas las edades. Pero Nada va un paso más allá: su temática es tan arriesgada y su tratamiento tan crudo que ha ido sembrando la polémica a su paso, ganándose admiradores y detractores cuyas disputas en torno a la visión descarnada que proyecta la obra han acabado lanzando a la fama a su autora.



Nada

Janne Teller
Traducción de Carmen Freixenet
Seix Barral. Barcelona, 2011
158 páginas. 16 euros
Resultado de imagen de nada janne tellerQuizá debido a una feliz deformación profesional, Teller ha trasladado al terreno narrativo el rigor conceptual de este enfoque para abordar problemas tan actuales como la intolerancia, el proselitismo, el miedo colectivo o el fundamentalismo, hasta cerrar un artefacto de ciento cincuenta páginas que al lector descuidado le puede explotar en las manos. Y es que el argumento prende como una mecha ya desde el arranque, cuando un alumno abandona su escuela en un pequeño pueblo danés exclamando: "Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo". Empeñados en demostrarle que la vida tiene sentido, sus compañeros emprenderán un juego de pruebas y sacrificios que les irán precipitando en una espiral demoledora. Vale que los personajes se le quedan a Teller un poco huecos y acartonados, que la secuencia de los hechos es poco verosímil, que la prosa peca de una simplicidad extrema y las técnicas narrativas para generar suspense tienen escaso valor literario. Pero a medida que uno avanza en la lectura y va asistiendo a esa escalada de violencia que conduce a escenas cada vez más truculentas, también va entendiendo que su objetivo consiste en reclamar al lector una actitud crítica y despierta. Después de todo un planteamiento tan esquemático es propio de esa "novela de ideas" que ya Voltaire cristalizó con su Cándido, donde los personajes encarnan modos de ser o actitudes, y la acción sirve de cauce para un proceso reflexivo que saca a la luz cuestiones políticas o filosóficas de gran calado.
Es a través de esta vía, y no del estilo o la trama, como Nada logra lo que casi toda obra literaria se propone: conmocionar al lector, estallarle en la conciencia y dejar una onda expansiva que se prolonga durante días, incitándole a reflexionar sobre temas que no se explican fácilmente en una columna de periódico o una cuña del telediario. Pero ante todo, al ofrecer un espejo que no devuelve una imagen precisamente grata del ser humano, impone una obligación moral que afecta por igual a jóvenes y adultos de los países supuestamente desarrollados: la necesidad de anteponer la autocrítica a la autocomplacencia cuando nos permitimos juzgar lo que ocurre en otras sociedades sin preguntarnos hasta qué punto somos responsables de la miseria ajena, y en qué medida la llevamos dentro.
* Este articulo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de febrero de 2011


 La Vanguardia la presenta de esta forma:

"Nada", de Janne Teller: ¿dónde está el límite?



"Nada", Janne Teller Seix Barral (Barcelona, 2011).
Aparentemente, este es un cuento para niños (o para adolescentes, como comenta la autora) pero, a medida que la narración avanza, entenderemos que el extremo de crueldad al que se llega en sus páginas es sólo apto para adultos. Pierre Anthon decide subirse a un ciruelo y pasar allí los días cuando descubre que la vida no tiene sentido y no vale la pena hacer nada, ni esforzarse por nada porque, finalmente, es esto lo que significa todo: nada. “Todo da igual” –dice él- “Existir no merece la pena en absoluto”. Sin embargo, los compañeros de Pierre Anthon (alumnos de séptimo curso) tendrán una misión: demostrarle que sí hay cosas que importan. Ellos le harán bajar del ciruelo. Así que, se proponen un objetivo: crear un “montón de significado”, es decir, una acumulación de objetos que tengan un especial valor para ellos y que prueben a Pierre Anthon como existen cosas por las que vale la pena vivir. Estos objetos podrán ser tales como un antiguo casete de los Beatles, libros releídos de Dungeons & Dragons o un balón de futbol. La narradora de la historia (Agnes), por ejemplo, deberá donar sus sandalias verdes con plataforma al montón; pero lo hará por una buena causa.

Hasta aquí tenemos el cuento para niños, que parece coherente y, podemos predecir, acabará con final feliz; Pierre Anthon se dará cuenta de su error. Sin embargo, se presenta un momento en la narración  en  el que los objetos que van a parar al montón adquieren un matiz de significado distinto, con una mayor nivel de importancia. Se empezará con “objetos vivientes” -como el hámster de Gerda- pero se continuará con otros como tumbas profanadas, animales decapitados o partes del cuerpo mutiladas. Es en este momento cuando el cuento da un giro hacia la pesadilla, pudiendo provocar, incluso, la incomodidad del lector, pero nunca dejándole indiferente.

Cada personaje simboliza un aspecto de la sociedad, siendo el piadoso Kai el representante de la religión cristiana, así como Hussain el de la musulmana. La necesidad de encontrar sentido y “el significado” hace que los personajes vayan olvidando, paulatinamente, los rasgos que los caracterizan y que los hacen únicos en representar un carácter determinado y se vayan obsesionando en esta búsqueda que les hará olvidarse de ellos mismos y los llevará a la perdición, saltando por encima de sus antiguos valores o principios (que ya, como niños, tenían). Empiezan a hacer trampas y organizan estrategias para no realizar las tareas que les son adjudicadas en el grupo y así, poco a poco, van perdiendo la inocencia que les protegía de la crueldad del mundo que, finalmente, experimentarán en su propia piel. Se despierta la parte oscura que existe en el interior de cada personaje y se afirman barbaridades tales como: “Lo que iba a acontecer era un sacrificio necesario en la lucha por el significado” (p. 107)

A partir de aquí, surgen las preguntas filosóficas que se plantean en este cuento, cuando la obsesión por encontrar esta verdad (como muchos de los pensadores de todos los tiempos la nombrarían) se convierte en el último fin de los alumnos de séptimo; llevando a algunos a perder el juicio y a otros a pavonearse –creyéndose famosos o importantes- cuando críticos de arte, museos y shows televisivos americanos se interesan por su “montón de significado”, llegando a considerarlo una obra de arte que trata sobre el sentido de la vida y valorándolo con una suma elevada de dinero. Aquí observamos el sinsentido que a veces puede provocar la exagerada búsqueda de sentido; llevando incluso a la muerte, las guerras entre distintas religiones (que se pelean por poseer la exclusiva de esta verdad) y generando el odio entre unos y otros, provocado siempre por esta incógnita última de todos los tiempos que la Humanidad se ha ido planteando, era tras era. ¿Cuál es el significado? O, mejor aún, ¿dónde está el límite?

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