miércoles, 26 de febrero de 2014

"El secreto de Christine" de Banjamin Black.

      Lele a través de Lourdes, sabiendo de mi gusto por la novela negra e Irlanda, me pasa y presta este novelón. Novelón por extensión y por más motivos que expondré a continuación.
      Tras un comienzo a lo Agatha Cristie, por lo bueno y por lo no tanto,  en que se presenta una situación intrigante en un ambiente un poco desdibujado en el que se va construyendo un mundo de intrigas y dramas familiares que atraviesa el Atlántico como lo ha hecho la emigración irlandesa.
     Utilizando los recursos propios del género, como la intriga provocada por las situaciones interrumpidas y los capítulos con final abierto para saltar a tramas paralelas, vamos adentrándonos en las clases sociales producto de un modelo económico que fomenta la desigualdad creciente. La utilización de los instrumentos narrativos de la novela negra y de intriga, siendo evidente y notable, se hace con una alta efectividad, de hecho los herederos de Raymond Chandler le encargan a este autor la continuación de las aventuras de Philip Marlowe, como ya ha realizado.
      Benjamin Black,  pseudónimo de John Banville, no me sorpende con este envoltorio nuevo de sus temas de las nóvelas de género más difuso. Sí me sorprende que  no me sorprenda ya que si el señor Banville nos sumergía en Irlanda a través de historias que a partir de lo íntimo y de la autoreconstrucción de la memoria nos dejaban en una babia sugerente, el señor Black también lo hace cerrando, ahora sí, las historias pero de una manera falsa ya que los personajes subsisten en nuestro pensamiento con todos los condicionantes de su biografía y, sobretodo, de sus condiciones socioeconómicas.
     Las relaciones íntimas, especialmente las sexuales, nos informan de una manera especial sobre los personajes. En esta obra parece que los vínculos filiales, de sangre o adquiridos, parecen predominar, más que como pertenencia a una familia a un clan económico. Me resultó curioso la presentación de forma muy erótica de la relación sexual entre un hombre relativamente joven y una mujer relativamente mayor, de forma muy parecida a cómo nos  la presentó en Antigua luz. 
      Como los buenos vinos que se multilican en boca y sus cualidades pemanecen estimulando la evocación de lo que no ha sucedido, esta novela me deja pensando en lo que no se ha escrito y se puede escribir. Mejor: en lo que no he leído y puedo leer.

miércoles, 5 de febrero de 2014

"La trama nupcial" de Jeffrey Eugenides.

 missatlaplaya.com  nos cuenta en su sección "Tiempo de leer" lo que nos parece interesante para la próxima tertulia:

Encontrar un buen libro es una de las mejores cosas que puede haber. No hay nada como disfrutar con buenas historias, personajes únicos y descripciones sorprendentes (aquellas que lees dos veces para apreciarla más). Un libro que te gusta tanto que no puedes dejar de leerlo, pero a la vez, intentas alargarlo lo máximo posible para que no se acabe pronto. Un libro que acabas recomendando a todo el mundo. La trama nupcial de Jeffrey Eugenides fue mi descubrimiento de este verano. El autor estadounidense ganó el Premio Pulitzer en 2003 por su novela Middlesex (el siguiente de mi lista), y su primer trabajo, Las vírgenes suicidas, fue llevado al cine por Sofia Coppola. Actualmente es uno de los mejores novelistas del panorama.
La trama nupcial gira en torno a la relación de Madeleine, una universitaria en su último año de carrera, con su novio bipolar Leonard y su no-relación con Mitchell, un compañero suyo que está enamorado de ella. Madeleine escribe su tesis sobre la trama nupcial en la novela, particularmente en la novela victoriana. Leonard lucha contra los síntomas de su trastorno a la vez que intenta terminar los estudios y mantener su trabajo. Por su parte, Mitchell busca el sentido de la existenciaviajando por el mundo. Está tan bien escrito que en ocasiones pareces estar presente en esaclase de Religión a la que acude Mitchell e incluso participas de alguna manera en los debates que plantea el profesor. Los personajes no son perfectos, pero hace que sus debilidades y defectos se comprendan, algo que me parece muy difícil de conseguir en un libro. El autor se inspiró en su propia experiencia para algunos fragmentos del libro, pues al igual que Mitchell, él también pasó una temporada haciendo voluntariado en Calcuta con la Madre Teresa.
Jeffrey Eugenides contó en una entrevista que el secreto para ser un buen escritor es pensar que estás escribiéndole una carta a tu amigo más inteligente, sea lo que sea que estés escribiendo, una novela, un relato corto… Nunca ser condescendiente, ni dar explicaciones superfluas. No dirigirse a una audiencia, sino al lector en su individualidad. Ponerse el listón alto.

Para empezar, mira todos los libros. Allí estaban sus novelas de Edith Wharton, ordenadas no por título sino por fecha de publicación; ahí estaba la colección completa de la Modern Library de Henry James, un regalo de su padre en su 21 cumpleaños; ahí estaban los desgastados libros de bolsillo necesarios para sus clases, mucho Dickens, un poquito de Trollope, junto a una cantidad considerable de Austen, George Elliot, y las formidables hermanas Brontë. Había muchos libros de bolsillo de New Directions, la mayoría poesía por tipos como H.D. o Denise Levertov. Allí estaban las novelas de Colette que leía furtivamente. Ahí estaba la primera edición de Parejas, perteneciente a su madre, en el que Madeleine se había sumergido brevemente en sexto y ahora utilizaba como apoyo textual de su tesis para Literatura Inglesa sobre la trama nupcial. Ahí estaba, en parte, su librería de tamaño medio pero transportable que representaba todo lo que Madeleine había leído en la universidad, una colección de textos, aparentemente elegidos al azar, cuyo enfoque se estrechaba lentamente, como un test de la personalidad, uno sofisticado que no podías engañar anticipando las implicaciones de las prefuntas y que al final acababas tan perdido que tu único recurso era responder la simple verdad. Y ahí esperabas el resultado, deseando “Artística”, o “Apasionada”, pensando que podrías vivir con “Sensible”, temiendo secretamente “Narcisista” y “Doméstica”, pero siendo finalmente presentada con un resultado que deshacía ambas maneras y te hacía sentir diferente según el día, la hora, o el tío con el que estuvieras saliendo: “Incurablemente romántica”. – La trama nupcial.















     El viernes 21 de marzo de 2014 nos reunimos en La Laguna, Hotel Hespérides, a propuesta de la inasistente Isabel. A pesar del frío con bastante puntualidad, excepto Calola que se despistó y no acudió a la cita. Los que allí nos reunimos: Angeles, Begoña, Domingo, Ana, María José y Lourdes hablamos de lugares, tiempos y situaciones pero de forma especial de la comida: carpaccio con tomate, ensalada tibia con langostinos, solomillo con salsa bearnesa  y papas fritas y un especial postre de mus de chocolate, además tatin de manzana son los platos que degusto en plena salivación. El Enate  contribuyó a soltar la lengua. El precio fue de 28 euros.
     El libro satisfizo, lo que no se preveía al inicio de la lectura, y los personajes complejos, variantes e incluso caprichosos se hicieron nuestros a pesar de su imprevisibilidad. Las patologías mentales de algunos personajes contribuyen a enriquecer nuestra perspectiva de los demás y a no trivializar el dolor ajeno, al tiempo que hacernos conscientes que nuestros estados son pasajeros y no necesariamente patológicos. Los viajes de otros protagonistas nos ofrecen una visión cosmopolita de la búsqueda de la identidad religiosa y social y de las insuficiencias para afrontar algunas apuestas. La estructura es más compleja de lo que parece en principio, lo que invita a una lectura más profunda. Lo que "echamos de más" quizás sea lo pretenciosos de las citas literarias para mostrar el ambiente intelectual y estudios de los protagonistas, pero quizás se deba a la diferencia en los estudios entre nuestro sistema educativo y uno anglosajón como el de Estados Unidos. Una de las cualidades que creo que más podemos destacar es cómo desde la intimidad familiar y emotiva de unos personajes podemos contemplar una visión de nuestro tiempo y nuestro mundo que ya ni es el siglo XX ni es un país, ni siquiera continente.
     La conversación concluyó con el establecimiento de la fecha de la próxima tertulia, viernes 11 de abril de 2014, lugar, La Chata en la calle Porlier de Santa Cruz, y el libro: La polilla y la herrumbre de Mary Cholmondely a propuesta de Calola.
    

Jeffrey Eugenides .

Lourdes, nos tiene mal acostumbrados y bien nutridos. Espero que lo primero no nos haga caer en el descuido  y convertirnos en mal agradecidos, y que lo segundo contribuya a nuestro crecimiento para mejor disfrute de lecturas, tertulias y comunicación.  Nos manda esta entrevista al autor de la próxima tertulia que apareció en El País-Cultura del 4 de abril de 2013.


Desmontar el amor

Jeffrey Eugenides escribe novelas cada nueve años y de propuestas muy distintas

En 'La trama nupcial' no reivindica la novela decimonónica, pero sí algunos aspectos de la tradición.

 Nueva York 4 MAY 2013 .


El escritor estadounidense Jeffrey Eugenides. / PASCAL PERICH.



Nacido en 1960 en Detroit, urbe que durante décadas fue el corazón de la industria automovilística más poderosa del planeta, a lo largo de su infancia y juventud JeffreyEugenides vivió de cerca el dramático proceso de deterioro que sufrió su ciudad natal desde el punto de observación privilegiado de Grosse Point, zona residencial situada en las orillas del lago Michigan.
        Estos dos enclaves, el centro urbano de Detroit y las áreas limítrofes a la metrópolis, constituyen el escenario de sus dos primeras creaciones novelísticas. Las vírgenes suicidas (1993) refiere la historia de cinco hermanas que ponen fin de manera consecutiva a sus vidas tras asomarse al terror primordial del sexo. Contada en primera persona del plural, la narración reproduce las fluctuaciones del coro de voces masculinas configurado por los antiguos pretendientes de las hermanas. La novela sorprendió por su frescura y originalidad y fue llevada al cine por Sofia Coppola.
       Nueve años después, en 2002, el escritor americano de origen griego publicaba una fábula si cabe más audaz y sorprendente que la anterior. Middlesex es una obra de considerable complejidad y ambición, diestramente contada por alguien (Calíope o Cal Stephanides, según el momento de la historia en que nos encontremos) que cambia de sexo durante el transcurso de la narración. La novela efectúa un recorrido por varias fases de la historia de una familia que se muda de continente, a la vez que da cuenta de diversos episodios históricos con la crónica convulsa de Detroit como trasfondo. Middlesex fue galardonada con el Premio Pulitzer en 2007.
        Con misteriosa regularidad, tras otros nueve años exactos de silencio narrativo, en 2011, Eugenides publicó en Estados Unidos una obra muy distinta de sus dos apuestas narrativas anteriores.La trama nupcial, que ahora edita Anagrama, es una luminosa meditación acerca de la distancia que media entre la vida y la literatura cuando esta última trata de atrapar el misterio inasible de la pasión amorosa. Con enorme agilidad, la acción da cuenta de las peripecias de un triángulo sentimental en el que se ven envueltos tres jóvenes que cursan estudios universitarios en un campus de élite de la Costa Este de Estados Unidos. En La trama nupcial Jeffrey Eugenides se adentra en un mundo ficcional tan alejado de los que había explorado en sus dos entregas anteriores que el lector tiene la sensación de estar frente a un escritor radicalmente nuevo.


         La conversación tiene lugar en un café senegalés de la Avenida Madison, en Manhattan. Jeffrey Eugenides transmite una impresión de inmediatez, claridad, sencillez y autenticidad que son reflejo fiel de los sentimientos que transmite su prosa.
PREGUNTA. Resulta intrigante saber que el motor de su última novela fue una frase que acababa de escribir.
RESPUESTA. Rigurosamente cierto. La protagonista de La trama nupcial estudia semiótica en la universidad, aunque lo que le gusta de verdad son las novelas a la antigua usanza, como las de Jane Austen. La frase que usted dice es: “Los problemas amorosos de Madeleine empezaron cuando sus lecturas de teoría literaria desconstruyeron la idea que tenía del amor”. En el momento en que escribí eso comprendí que tenía que empezar una novela distinta.
P. ¿Qué papel juega en todo esto la semiótica?
R. Madeleine lee con fruición los Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, libro que le sirve para articular una postura intelectual acerca de la experiencia del amor, que la realidad se encarga de desmontar con suma facilidad, porque a la hora de la verdad se enamora perdidamente sin que ninguna teoría le sirva de ayuda.
P. Usted es autor de tres novelas que llaman la atención por lo distintas que son entre sí. ¿Cómo ve los cambios que le han llevado de un título a otro?

Cuando escribo un guion siento que estoy ante un enorme vacío. Echo de menos los matices de que es capaz la prosa
R. En Las vírgenes suicidas prima el lenguaje. No tenía aún mucha experiencia como novelista de modo que no pensaba demasiado en cuestiones como el argumento, que desvelo en el primer párrafo. Con Middlesex la cosa cambió radicalmente. Es una novela extensa, de una complejidad infinita, con numerosas ramificaciones, un verdadero rompecabezas, de manera que era imperioso prestar atención al armazón argumental. En La trama nupcial los personajes lo son todo. Dejé que fueran ellos quienes escribieran la novela, en lugar de imponerles una historia desde fuera como autor.
P. Las vírgenes suicidas está narrada en la primera persona del plural, algo que los escritores suelen rehuir. ¿Fue difícil?
R. No. Me limité a confiar en la voz. Le dejé leer el manuscrito a Donald Antrim, el escritor, que es muy amigo mío y me preguntó por qué no me olvidaba de las voces individuales y formaba un coro colectivo. La voz que empecé a escuchar entonces era como un conjuro que me llegaba de las profundidades del libro. Usted es escritor y sabe que en ficción lo más importante es dar con la voz que ha de conducir la narración. Cuando se da con ella, se trata de seguir sus indicaciones.
P. Te descubre cosas.
R. Te descubre cosas porque conecta con algo que hay dentro de ti. Te dice cosas que no sabías, es casi como si te diera permiso para adentrarte en el mundo que te has propuesto explorar. De repente se oye una voz que te dice qué debes hacer. Muchas veces el escritor está sumido en la incertidumbre, sin saber bien qué dirección tomar, hasta que una voz le señala el camino a seguir.
P. Usted fue alumno de John Hawkes.
R. Fui a la universidad para poder estudiar escritura creativa con él.
P. Hawkes era un experimentalista radical, pero usted parece haber evolucionado gradualmente hacia posturas más convencionales.
R. Si en el momento en que pusiera un pie fuera de este café me atropellara un autobús lo que dice usted sería cierto, pero tengo que decir que en estos momentos estoy escribiendo unos relatos que tienen muy poco de convencional.
P. ¿Cree que hay una cierta tendencia a volver a la tradición entre los escritores más importantes de su generación?
P. No es que me haya propuesto llevar la misión retrógrada de volver a la novela decimonónica, pero es verdad que hay cosas que vale la pena preservar de la tradición. La única manera de dar nueva vida a la novela es recombinando elementos muy dispares, mecanismos posmodernos, elementos tradicionales, aspectos de la novela psicológica, mezclándolo todo. No hay por qué sacrificar los logros del pasado en aras de ningún doctrinarismo.
P. ¿Qué libros hay en las estanterías del estudio donde escribe en su casa de Princeton?

La manera de dar
nueva vida a la novela
es recombinando elementos: mecanismos posmodernos, elementos tradicionales...
R. Sobre todo novelas y poesía de los grandes maestros del siglo XX, JoyceBeckett, mucho Nabokov, bastante Philip RothSaul Bellow y Alice Munro, a quien cada vez leo más.
P. ¿Qué libros le han impactado más a lo largo de su vida?
R. Me vienen dos a la cabeza. Uno es Pálido fuego, de Nabokov. Lo leí durante un viaje a Turquía y me pareció que el reino de Zembla del que se habla en el libro se salía de las páginas fundiéndose con la realidad circundante. Era como si en lugar de a Turquía hubiera viajado al interior del libro. Desde el punto de vista emocional, la lectura más estremecedora de toda mi vida fue la de Anna Karenina. Ningún libro me ha impactado nunca tanto.
P. Nueve años exactos entre novela y novela. ¿Por qué tarda tanto?
R. Es como preguntarle a alguien que está haciendo el amor por qué no para.
P. ¿Es solo cuestión de placer?
R. En cierto modo sí, aunque hay otras cosas. Cuando escribo una novela no existe nada más. Vivo dentro de ella, me absorbe por completo. No sigo ningún plan, porque entonces se convierten en algo demasiado obvio, vivo dentro de la historia y normalmente no me siento satisfecho con lo que hago, al revés, me siento confundido y no sé en qué dirección seguir. Pero la historia avanza, voy viendo cómo se gesta milímetro a milímetro y cuando me quiero dar cuenta han pasado años.
P. ¿Cómo se da cuenta de que ha llegado el momento de parar?
R. Hay un punto en que todo lo que se le hace al libro lo empeora. Se empiezan a añadir partes que no hacen falta, a reescribir pasajes que al final no quedan mejor. Cuando pasa eso es momento de parar.
P. La palabra suicidio no parece circunscrita a su primera novela. También surge con cierta frecuencia en La trama matrimonial.
R. Supongo que debería preocuparme. Martin Amis volvía con cierta insistencia a la idea del suicidio hasta que un día se dio cuenta de que alguien había plantado esa semilla en él, alguien que conocía y que acabó por suicidarse había inoculado la idea en él y se filtró a los libros. Así que encontrarme el asunto en mis libros empieza a inquietarme.
P. Un elemento religioso gravita ocasionalmente sobre la novela. Alusiones a La nube del no saber, los místicos españoles, el maestro Eckhart, el viaje a India…
R. En Las variedades de la experiencia religiosa, William James explica bien cómo opera ese instinto en la gente joven. En ese sentido hay una razón personal. Hubo un tiempo en que me interesé por cosas como la meditación zen. Pero más allá de eso, creo que el elemento de que habla es algo radicalmente ausente de la novela contemporánea, lo cual es lamentable. En Anna Karenina, Levin sostiene una lucha consigo mismo por eso, porque siente que la vida carece de sentido y cuando al final de la novela nace su hijo tiene la impresión de que ha entrado en contacto con el origen de la vida, y es un momento muy intenso. Creo que momentos como ése, presentes también en la obra de otros grandes novelistas, nos obligan a enfrentarnos con nosotros mismos, planteándonos las preguntas más radicales que se derivan del hecho de existir. ¿La vida, la suya, la mía, tiene algún sentido o no lo tiene? La pregunta brilla por su ausencia en la literatura contemporánea y creo que es legítimo volver a formularla.

En La trama nupcial los personajes lo son todo. Dejé que fueran ellos quienes escribieran la novela, en lugar de imponerles una historia
P. Su novela le da un giro muy hábil al asunto al trasladar la cuestión del sentido de la vida al plano literario, preguntándose por el sentido o el significado de los textos que leemos. Los libros de teoría literaria que lee la protagonista proclaman la muerte del autor, del texto, del significado, aunque la realidad de su vida va por otro lado.
R. Muy poca gente ha visto ese aspecto de mi libro. Toda la cuestión de la semiótica no es más que una envoltura tras las que se ocultan cuestiones de más largo alcance. Hay un paralelo entre la negación del sentido en la literatura y la negación del sentido en la vida.
P. ¿Cuánto hay de autobiográfico en su novela?
R. Un 37%.
P. ¿El resto se lo deja a la imaginación?
R. Tampoco se puede dejar todo el trabajo a la imaginación. Lo vi muy claro cuando estaba escribiendo Middlesex. Había elementos históricos, como los sucesos de 1922 en Esmirna que exigen documentarse rigurosamente.
P. ¿Qué escritores le interesan entre sus contemporáneos?
R. Martin Amis, FranzenDavid Wallace, Donald Antrim, George Saunders, y como le dije cuando me preguntó por mis estantes, Alice Munro. Cada vez la leo más.
P. En uno de los últimos números de The New York Review of Booksel artículo estrella es un análisis de Homeland por Lorrie Moore, una de las escritoras estadounidenses más respetadas. ¿Cree que los novelistas de mayor talento escriben para la televisión? ¿Que el equivalente al espíritu de Dostoievski sobrevive en series como The Wire?
P. David Foster Wallace fue el primero en decir cosas así, cuando confesaba que estaba enganchado a The Wire. Pronto lo comprobaré, porque me han encargado trabajar para la pantalla, aunque la verdad es que escribir novelas o escribir para televisión son actividades radicalmente distintas. Cuando escribo un guión siento que estoy ante un enorme vacío. Echo de menos los matices de que es capaz la prosa narrativa. Eso no quiere decir que no me gusten las series de televisión. Las veo, pero no sustituirán a la literatura. La idea de que la gente va a dejar libros para dedicarse exclusivamente a ver televisión es simplemente falsa. Ahora bien, hay una idea importante detrás de todo esto. Aunque como escritor no me preocupa la competencia que supuestamente se quiere hacer a la literatura desde otros medios, nunca me he avergonzado de querer atrapar la atención de la gente con un libro. Eso es algo totalmente legítimo que todos buscamos. Philip Roth no se cansó de decirlo. Nadie quiere ser tan frío e intelectual como para escribir libros que solo se enseñan en clases universitarias que son un pestiño. El escritor tiene que ser consciente de su obligación de darle algo gratificante al lector, algo que este no puede encontrar en ningún otro lugar salvo en un buen libro.