miércoles, 26 de junio de 2013

"Intemperie" de Jesús Carrasco.


Isabel nos propone para la siguiente tertulia:
 Intemperie de Jesús Carrasco.
Nos intriga y por eso hemos buscado algo de información para que sirva de invitación:

No cuesta trabajo imaginar un futuro en el que la violencia y la sequia dominen el país. Aunque la obra que comentaremos a continuación, no se basa en ninguna época en concreto, bien podría ser nuestro desfavorable destino.
Recientemente la editorial Seix Barral ha publicado el libro Intemperie, debut literario de Jesús Carrasco. La novela demás ha tenido una gran acogida en las mejores editoriales extranjeras, ya que se llegará a editar en treces países.
La historia se centra en la huida de un niño a través de un país castigado por la sequía y gobernado por la violencia. Un mundo cerrado, sin nombres ni fechas, en el que la moral ha escapado por el mismo sumidero por el que se ha ido el agua. El niño tendrá la oportunidad de iniciarse en los dolorosos rudimentos del juicio o, por el contrario, de ejercer para siempre la violencia que ha mamado.
Según la Seix Barral, se trata de:
“Una novela tallada palabra a palabra, donde la presencia de una naturaleza inclemente hilvana toda la historia hasta confundirse con la trama y en la que la dignidad del ser humano brota entre las grietas secas de la tierra con una fuerza inusitada”.
Jesús Carrasco nació en Badajoz en el año 1972, aunque en 2005 se trasladó a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabaja como redactor publicitario, actividad que compagina con la escritura.
Estoy seguro de que el éxito a nivel internacional ha sido merecido por el autor.Esperemos que siga avanzando en esta aventura literaria que tan bien le ha salido.

AL. Actualidad Literatura.

domingo, 23 de junio de 2013

"Mi vida querida" en inglés:"Dear Life" de Alice Munro.

Es muy interesante este artículo de Antonio Muñoz Molina sobre Alice Munro y su última obra.

cultura.elpais.com/cultura/2012/12/05


Al final o cerca del final de casi cada cuento de Alice Munro hay que regresar al principio. Un quiebro ha sucedido y la historia ha cambiado de dirección tan bruscamente como si uno hubiera saltado unas páginas y se encontrara leyendo otro cuento; algo queda tan inexplicado que uno vuelve a las primeras páginas en busca de un nombre o de una información clave en la que no reparó; o simplemente uno vuelve al principio por el gusto de leer entera otra vez la historia, por el placer de observar con qué astucia y en cada momento pequeños indicios fueron señalando —para quien prestara la debida atención— que en realidad el cuento era otro cuento, que por debajo de lo dicho discurría un caudal subterráneo que es el rumor que le avisa a uno de que la literatura se escribe callando no menos que contando, y que más allá de lo que vemos y escuchamos y de lo que descubrimos en momentos singulares de lucidez o perspicacia hay cosas que no sabremos nunca, espacios en blanco a los que no llegan el conocimiento ni el recuerdo y que sería fútil rellenar con ficción.
Una mujer mayor que ha tenido algunos problemas de memoria sin importancia llega al barrio desconocido para ella en el que está la consulta del médico y descubre que ha olvidado en casa el papel donde apuntó el nombre. Un veterano vuelve de la guerra en el verano de 1945 y cuando después de un largo viaje a través de Canadá le falta menos de media hora para llegar a su pueblo salta del tren en marcha, aprovechando que ha reducido mucho la velocidad en una curva, y se acerca a una granja en la que vive una mujer sola. Un ama de casa joven que ha publicado por primera vez unos poemas en una revista es invitada a una fiesta de escritores en la que nadie le hace caso y se emborracha tanto que tiene que sentarse en el suelo, y un desconocido la ayuda a levantarse y la lleva a casa, y cuando ella va a salir del coche él le dice que ha tenido la tentación de besarla. Una maestra muy joven viaja en mitad del invierno hacia su primer trabajo en un sanatorio para niños tuberculosos que está cerca de un lago helado. Un arquitecto joven, casado, con hijos, se hace amante de la hija de un potentado local, y durante años él y ella han de pagar el dinero del chantaje que les hace una criada que descubrió el enredo por casualidad. Un niño ve que su hermana mayor está a punto de ahogarse en una laguna y corre a pedir ayuda y luego no recuerda por qué motivo se sentó en los escalones a la entrada de su casa en lugar de golpear la puerta. Una mujer casada con un hombre doce años mayor que ella recibe a una vendedora de cosméticos a domicilio, y cuando el marido, un profesor, un poeta célebre, vuelve a casa, él y la vendedora se quedan hechizados mirándose porque tuvieron una historia de amor muchos años atrás, cuando él era soldado y estaba a punto de partir para la guerra.
Los años de la II Guerra Mundial, los tiempos oscuros de la Gran Depresión, la rigidez moral de los cincuenta, el gran cambio que sobrevino muy poco después, están presentes de un modo u otro en las historias del último libro de Alice Munro, Dear life. El contraste del ayer lejano y el ahora ha sido siempre uno de sus motivos centrales, y con él la brusquedad de los cambios, en las costumbres y en las vidas, la libertad conquistada o encontrada, sobre todo para las mujeres, y junto a ella una desolación o una crudeza que habrían sido como el reverso inevitable de todo lo que se ganó: las calles vacías y las tiendas cerradas en el corazón de las pequeñas ciudades arruinadas por la omnipresencia del coche y de los centros comerciales; los viejos que ayer mismo eran fuertes y jóvenes extraviados en espacios impracticables que no comprenden; los nombres y las vidas de los muertos que se disuelven rápidamente en un olvido que será definitivo cuando desaparezcan también los últimos que los recordaban, o cuando el Alzheimer les vaya borrando la memoria.
En libros anteriores, incluido el penúltimo, Demasiada felicidad, Alice Munro se ha movido con solvencia entre un mundo y otro, entre el presente observado con un máximo de agudeza y los pasados sucesivos que se remontaban hasta su infancia e incluso más atrás, hasta la memoria de los emigrantes escoceses que viajaban a Canadá en el siglo XVIII dispuestos a sobrevivir en circunstancias durísimas, en un continente de llanuras sin límite y de inviernos polares. Nacida en 1931, ella tuvo tiempo de conocer la aspereza de aquellas vidas, antes de la prosperidad que trajo por primera vez la guerra, antes de la calefacción central, los electrodomésticos, las autopistas, la fiesta del consumo mezclada con la alegría de la emancipación sexual
Ahora, a los 81 años, es lícito que en sus historias, las inventadas y las otras, prevalezca el pasado. Eso no quiere decir que Alice Munro capitule a la nostalgia. Incluso su agudeza es ahora más afilada porque ha ido todavía más lejos en el despojamiento de su escritura, que ahora tiene brevedades lapidarias, frases comprimidas sin verbo y párrafos que consisten en una sola palabra y un punto y aparte. Una palabra del todo común o un nombre propio le bastan para titular la mayoría de los cuentos: Amundsen, Gravel, Haven, Pride, Corrie, Train, Dolly, Night, Voices. En cada uno de ellos están las fronteras visibles o secretas a las que se asoma cualquiera en su vida, las que se dejan atrás y las que nunca llegan a cruzarse, las que separan desde el nacimiento a los seres humanos, en pobres y en ricos, en hombres o mujeres, en atrevidos o cobardes; la frontera entre el que vive en la ciudad y quien ve sus luces desde lejos, entre el momento anterior a un encuentro definitivo y lo que viene después, entre los actos imaginados y los actos cumplidos, las palabras dichas y las que se quedan en el silencio.
En la última sección del libro, Alice Munro, que ha construido tantas ficciones con los materiales de su biografía, decide atenerse a unos cuantos recuerdos explícitos, cuatro estampas separadas entre sí que tienen algo de confesión y de despedida: “… las primeras y las últimas cosas —y también las más fieles— que tengo que decir sobre mi propia vida”.
No son grandes experiencias, o no aparentan serlo. Ni siquiera son historias con tramas definidas, con principio final. Casi nada sucede en ellas, salvo las sensaciones de la infancia, esa mezcla de percepción muy viva e información fragmentaria que llena de misterios unas veces confortadores y otras amenazantes la vida de un niño. Y la lectura que piden no es la de la prosa sino la de la poesía: un regreso al principio después del final, una revelación de algo que no se agota porque está en las palabras y un poco más allá de ellas.

www.antoniomuñozmolina.es


     El viernes 13 de septiembre de 2013, desafiando las supersticiones, nos reunimos embarcándonos en una comida con los que llevamos casados varios años. En la Tasca Tata cenamos unas bolitas libanesas, croquetas de espinacas y de setas, secreto a la plancha con salsa, postres entre los que destacaba la bomba de chocolate y sólo dos botellas de vino. 19 euros pagaron Ana, Calola, Cristi, Domingo, Lourdes, Luis, Maive y María José.  Ángeles, Isabel y Begoña excusaron su ausencia.

     En esta ocasión las discrepancias en las opiniones parecían coincidir con las distintas formas de lectura. Así Lourdes se leyó el libro dos veces, prueba de lo mucho que le gustaron los relatos, ese fue el deseo de Luis al que con una lectura le resultó insuficiente para disfrutar de los matices de la obra. En cambio, otros no llegaron a terminarlo, entre otras razones por el poco interés que les despertó el libro. Lo curioso es que siendo relatos distintos y sin continuidad, salvo los cuatros últimos encuadrados bajo el título de Finale  que a pesar del carácter autobiográfico, en primera persona, no sirvieron para consolidar las simpatías de los lectores, las valoraciones eran parecidas, dándose  un fenómeno curioso: se empezaba a hablar de algún relato sin valorarlo especialmente para, a medida que se seguía la conversación, se mejoraba su consideración. Esto ocurrió de forma especial con el primer relato Volver a Japón. El relato que resultó más efectivo por la atmósfera en la que lograba introducirnos nos pareció A la vista del lago, en el que viajamos con una mujer mayor en busca de una receta y médico. En Admusen nos irritamos ante la pasividad ante las actitudes machistas y de ninguneo de la mujer que nos muestra. En Santuario se nos crean emociones ambiguas ante los personajes de los que valoramos especialmente su evolución. En Tren se nos ofrecen pistas, en ocasiones falsas, para que recreemos un relato más complejo de lo que parece en principio.

     Esta obra no gustó de forma unánime, a pesar de ello se disfrutó, algunos lo consideraron pesado y de escaso interés, estimuló la discusión y el hablarlo mejoró la valoración. A diferencia de otros maestros del relato que hacen de éste una anécdota, incluso en ocasiones chiste,  que se quedan prendados con intensidad en nuestra memoria, en estos relatos se trabaja la estructura, compleja en muchos casos, con unas arquitecturas casi novelescas de las que disfrutamos, a pesar de dificultar la vinculación emotiva. Lo diverso de los relatos y los recursos utilizados, como los narradores que en casos es omnisciente y en otros primera persona, no ocultaban ciertos temas que recorren transversalmente la variedad de relatos; familia, pareja, sexo poco disfrutado y poco comunicativo, guerra, paisaje rural y urbano, cierto desapasionamiento y dificultad de comunicación y empatía…..Un mundo nuevo que seguiremos descubriendo en nuevas lecturas. La pregunta pendiente es si recordaremos esta obra o se nos diluirá en la memoria en forma de ambientes difuminados.

     Tras un inexistente debate se propuso y aceptó El sentido de un final de Julian Barnes para la próxima tertulia que será en La Bicoca el viernes 25 de octubre con la novedad de la asistencia por primera vez de Nieves y Estíbaliz.

"Mi vida querida" de Alice Munro.

abc.es/cultura


Comparada muchas veces con el gran maestro del cuento, Chéjov, la canadiense Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) es probablemente la mejor autora de relatos de nuestros días. Algunas de sus piezas, repartidas en doce colecciones, entre las que destacan «El amor de una mujer generosa», «Escapada» o «Demasiada felicidad», alcanzan una rara y casi inquietante perfección. Y si Chéjov clamaba en su día por la simplicidad y la brevedad («la brevedad es hermana del talento», escribió), también lo hacía por una despojada escasez de detalles que contravenía el asfixiante realismo balzaquiano, pendiente de la más mínima fruslería.
El lector, en el caso de Chéjov, pero también en el de la agudísima y perturbadora Munro, tiene que resolver y completar con su imaginación mucho de lo que no se dice en el relato. Esas descripciones y frases no acabadas, que se dejan pendientes, enigmáticamente esbozadas. «Un solo detalle basta –diría Chéjov–; los detalles, incluso los más interesantes, acaban por cansar la atención.»
Centros sísmicos.
Efectivamente, en los de nuevo magníficos relatos de «Mi vida querida», los diálogos muchas veces se cortan, se ven interrumpidos violentamente. Las pausas, los vacíos y elipsis alcanzan la categoría de un relato paralelo en estas historias que casi siempre giran alrededor del amor. Sus protagonistas más bien se dejan llevar por la inercia de los acontecimientos, en una lenta e imparable sucesión de golpes y traspiés, antesala «del reclamo y decepción de lugares lejanos». Personajes, como en las obras de Chéjov, caracterizados por su inacción, por lo que no llegan a emprender o por lo que emprenden siempre a destiempo.
Como en Chéjov, el lector tiene que completar lo que no se dice en el relatoMuchos de estos cuentos, ambientados en pequeños pueblos canadienses o en metrópolis como Toronto o Vancouver, tienen como trasfondo la época de la Segunda Guerra Mundial y los años posteriores. Son historias suspendidas, de una poesía desoladora y espectral, envueltas en ocasiones en frías atmósferas como surgidas de un sueño, rozando la irrealidad.
Así sucede con uno de las mejores piezas del volumen, «Amundsen», una versión concentrada y estremecedora de «La montaña mágica» en plena guerra mundial. En ella, un sanatorio para niños tuberculosos sirve al mismo tiempo de escuela en cuyo seno surge una áspera y cruel historia de amor. Allí también tienen cabida los sueños perdidos, interrumpidos, como los que se dieron en el hogar donde creció Munro, tal y como cuenta en los cuatro textos de raíz autobiográfica que cierran el volumen.
Su padre, que acarició «la idea de prosperar» criando zorros plateados y acabó trabajando en una fundición, y su madre, una maestra criada en una miserable granja de un páramo, se convierten en centros sísmicos en torno a los cuales gravita todo un mundo de resentimientos. Ellos encarnan la larga estirpe de perdedores que habita en estos cuentos.
Mi vida querida
Alice Munro Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Lumen. Barcelona, 2013. 336 páginas, 22,90 euros. Libro electrónico: 14,99 euros. Calificación: cuatro estrellas.


sábado, 8 de junio de 2013

"50 sombras de Gregorio" de Rosella Calabrò.

       Lo que parecía un chiste de María José es realmente muchos chistes de Rosella Calabró. Este divertimento que en ocasiones, por su brevedad, parece un aperitivo de un banquete que no termina de llegar tiene en esto sumejor cualidad: no cansa, siempre promete e invita a la reflexión no sólo sobre su secuela de éxito sino incluso sobre nuestra cotidianeidad. ¿Por qué? Cuál es el origininal, cuál la precuela o secuela. El acierto de E.L. James en la elección del tema y reflejar en él los valores de una sociedad americana, posiblemente también la nuestra, que parece no tener intención de cambiarlos se ve reforzado y subrayado por la visión irónica, realista, mediterránea de Rosella Calabrò.