jueves, 19 de septiembre de 2013

Padura nos comenta su visión de la crítica al sitema político cubano.

Leonardo Padura:
           El autor, que presenta en España su última novela, "Herejes", cree que España es el destino favorito de sus compatriotas exiliados después de Miami.
            El escritor cubano Leonardo Padura durante una entrevista para hablar de su novela "Herejes" para cuya narración y nuevas peripecias del investigador Mario Conde se ha servido de la misteriosa desaparición del retrato de un joven pintado por Rembrant, y que pudo salvar del holocausto a sus propietarios, una familia judía huida sin éxito a Cuba. El escritor, que celebra que desde este año se permita a los cubanos viajar libremente para entrar o salir de su país, cosa que han tenido prohibida durante medio siglo, bromea con las consecuencias que acarreará para España la inminente "invasión de cubanos", de lo que dice con humor que "son una plaga". Padura dice que los cubanos "están cansados y quieren vivir en un país más normal", y que ese cansancio, que está derivando "en escepticismo y, en algo peor, indiferencia y cinismo", se debe a que "viven en un país que siempre vive un momento histórico, todo es histórico en Cuba". La sociedad cubana actual es "una sociedad que no cree, algo que es muy visible entre los jóvenes, mientras que mi generación es una generación que vive de pérdida en ilusiones que nunca se cumplieron", señala. "El sistema cubano no acepta la crítica de buen grado" y siempre recibe bien que le digan "que es bueno y bonito", contesta a la pregunta sobre los apoyos que recibe por parte de artistas españoles, principalmente actores. Y recuerda que incluso escritores que son "defensores críticos" del régimen castrista como Eduardo Galeano, por haber escrito un artículo crítico titulado "Cuba duele" fueron cuestionados por las autoridades del país, a las que les cuesta perdonárselo. Igualmente recuerda el "caso Padilla", que "fracturó a la izquierda occidental, una parte de la cual critica desde hace decenios los abusos del régimen contra los intelectuales", y él mismo se ha puesto como ejemplo por sus novelas y por sus declaraciones públicas: "Siempre estoy al borde del problema", aunque no ha querido recordar su expulsión de la revista en la que trabajaba en un año, 1983, que ya le parece lejano.
           Del sistema económico cubano afirma que "es copiado del sistema estalinista" y como la economía "dicta el comportamiento del resto de la sociedad en Cuba hubo prácticas estalinistas en muchos sectores", como las sufrieron escritores de la talla de Lezama Lima y Virgilio Piñera, así como, en los años setenta, grupos nutridos de artistas pero también de religiosos y homosexuales. Sobre su permanencia en la isla, que podría abandonar cuando quisiera gracias a su éxito literario y editorial, Padura afirma que "el desarraigo es uno de los peores castigos que puede sufrir un escritor", y pone como ejemplo el que sugirió Guillermo Cabrera Infante, quien tuvo que vivir en una ciudad tan distinta a La Habana como Londres porque otro dictador, Franco, le impidió la entrada en España, donde quiso fijar su residencia como exiliado. "No puedo ser otra cosa que un escritor cubano, y Cuba está en la sustancia de mi literatura", señala al confesar que no podría escribir sin pulsar "cómo piensan, cómo viven, cómo hablan" los cubanos y "qué problemas y qué alegrías tienen" porque ese es "el sustento" de su literatura, además de que pertenece "profundamente" a la cultura cubana, por más que no sea un cubano típico: "Tengo dos defectos muy graves, no sé bailar y soy puntual", indica. "Siempre que termino una novela me digo que ésa es la que no se va a publicar en Cuba", y que ya le pasó con la anterior "El hombre que amaba a los perros", sobre la figura de Leon Trosky, la cual, sin embargo, se publicó en la isla, donde obtuvo el Premio de la Crítica en la que, en una feria del libro, vendió mil ejemplares -los que había disponibles- en 45 minutos. En la isla "se ha perdido mucho talento" por "la incapacidad de adaptar la realidad cubana a la realidad universal", lamenta durante la promoción de su última novela, "Herejes", que sin adscribirse ni al género histórico, ni al policiaco ni al social, participa de los tres, según ha explicado el autor.











miércoles, 18 de septiembre de 2013

"El sentido de un final" de Julian Barnes.

teinteresa.es nos ofrece este comentario sobre:
      La última obra de Julian Barnes. Llega 'El sentido de un final', el mejor libro publicado en español este año. 
       Barnes ya recordaba en su libro anterior que "vivimos conforme al recuerdo y no a la verdad".  No resulta fácil entrar en este libro. Se puede además revelar su contenido con demasiada ligereza.  El escritor Julian Barnes en las doscientas páginas de la última novela hasta la fecha de Julian Barnes, 'El sentido de un final' (Anagrama, 2012), se narra en primera persona la historia de la vida de Tony Webster, su incuestionable protagonista. Y se hace en dos tiempos o vueltas. En la primera parte, que ocupa más o menos la mitad del libro, Tony cuenta desde la madurez avanzada los rasgos generales de su vida desde el inicio pasando por toda la tipología habitual (colegio, amistades, noviazgos, matrimonio, divorcio y soledad final) de una existencia ordinaria. En la segunda un hecho inesperado (Tony recibe una herencia misteriosa) tiene la virtualidad inquietante de traer al presente un oscuro acontecimiento del pasado. La vida entera quedará coloreada por el tinte de la incertidumbre y los remordimientos. Todo lo que se ha acumulado en la vida será reexaminado a través de una luz nueva, primero difusa y después de una claridad y potencia insoportables. El propio Barnes recordaba en su libro anterior, 'Nada que temer' (Anagrama, 2010), que "vivimos conforme al recuerdo y no a la verdad". En 'El sentido de un final', el novelista inglés da una o varias vueltas de tuerca a esta misma verdad y lo hace con la fuerza arrasadora de la más impecable de las composiciones narrativas. Ningún otro discurso humano puede igualar la capacidad acumulativa de una verdad expresada como una historia. Esta convicción de la que Barnes parte en su última novela queda patente desde el enigmático principio en el que el narrador enumera, como recuerdos, imágenes que tienen que ver con la percepción del tiempo humano (por cierto ya en la primera línea se ve lo difícil, por no decir imposible, que es el arte de la traducción cuando Jaime Zulaika tiene que traducir "muñeca" por "wrist"; nada que objetar salvo que uno tarda muchas páginas en darse cuenta de que se trata de la parte de atrás de la mano). Leo Spitzer dijo en un artículo memorable que la enumeración moderna en literatura venía directamente del ámbito del culto, y acertaba: a partir de esa lista inicial de figuras se componen las tramas de un relato fascinante que apunta como indica claramente el título al sentido del final (del final de la vida que vivimos pero también del final de la ficción que nos contamos y que llamamos vida). También el fragmento del Diario de su amigo Adrian, el que Tony recibirá en herencia con una suma mediana de dinero, está escrito en forma de enumeración nada caótica (más bien recuerda a los parágrafos numerados del Tractatus wittgensteniano).
 Hay que tener cuidado de lo que se dice en una reseña acerca de este libro. No resulta fácil entrar en él. Se puede además revelar su contenido con demasiada ligereza (siendo en él esencial lo que Buffon llamaba estilo). No conviene. Yo digo en otro plano que para mí es sin dudarlo, junto a Aire de Dylan de un Vila-Matas en estado de gracia, el mejor libro publicado en español en 2012. Noticias y rumores que apenas me interesan, el paratexto de la dedicatoria (Para Pat, la agente literaria y esposa Pat Kavanagh fallecida a finales de 2008) y la reticente distancia con la que Barnes ha abordado públicamente el sentido de un texto de semejante calado (obtuvo con todo merecimiento el Man Booker Prize) hacen pensar que se trata de una obra decisiva en la ya larga trayectoria del autor. Yo prefiero concentrarme en un aspecto lateral: en su relación indirecta pero intensa con la obra homónima de Frank Kermode, por cierto uno de los lectores más lúcidos y entusiastas de Barnes. No hay a mi juicio una sola línea del texto que no se refiera de un modo u otro a la extraordinaria meditación que sobre el tiempo y la ficción hiciese Kermode en las ya famosas lecciones que después se recogieron como libro (Gedisa, 2000). Pienso que el yo que narra y que cuenta apuesta a través de su vida mediana (ni feliz ni infeliz sino sencillamente malograda) por lo que Kermode llama una "reclusión en el tiempo". El protagonista nunca aceptará que "una disonancia lleve al descubrimiento". Prefiere la monotonía. Cabría decir, parafraseando a William Blake, que personajes como Tony Webster hacen patente que los hombres corremos sin parar en la marea del Tiempo y que "los trazos de nuestros destinos" acaban inevitablemente precipitándose al charco de la nada de la que partimos.

     Louurdes nos ofrece este enlace de El cultural de el periodico El País. Muchas gracias por la colaboración generosa y habitual. La memoria y su construcción pueden ser uno de los temas fundamentales de la obra.


      Ayer, 25 de octubre de 2013, nos reunimos en La Bicoca, La Laguna: Ana, Ángeles, Lourdes, Begoña, Calola, Domingo, Luis,  María José y Maive. Comimos pan (frío) con tomate molido, paté y mermeladas con pan tostado, ensalada tibia de langostinos, croquetas de queso, sacos de queso con langostinos, carrillera (media ración y demasiado hecha), reno (a mi gusto muy seco), cerdo ibérico (estos platos con puré de papas), disfrutamos de estos excelentes platos, no tanto de tres postres bastante regulares, y vino tinto Valtravieso. Todo ello por 22 euros.
       El lugar de encuentro, céntrico, bien iluminado y decorado, disfruta de un éxito que nos dificultó la comunicación. El ruido del resto de comensales hacía que elevásemos la voz, irritando las gargantas, y nos forzásemos en  concentrarnos para escuchar. Aun así intentamos hablar de un libro en el que nuestros pareceres coincidían. La primera y larga parte del libro a algunos les pareció aburrida y ensayística , mientras, a pesar de la coincidencia de opiniones, a otros les hizo ejercitar el lápiz subrayando citas acerca del pensamiento, el paso del tiempo, los recuerdos, la reconstrucción de la historia...Lo homogéneo de las opiniones se mostró incluso en los comentarios sobre el final del libro, a pesar de los matices debido a que a unos les pareció apresurado, mientras que a otros les supuso lo más interesante de la novela por lo novelesco, precisamente. Por gustar, gustó incluso la falta de detalles y explicaciones sobre las razones de los acontecimientos, aunque creara la confusa sensación de no entenderse o de faltar algo. Esto supuso un estímulo a la imaginación activa y constructiva de los lectores.
      Nos despedimos tras elegir sitio, fecha y libro para la próxima tertulia. Se optó por lo novedoso, por carecer de referencias previas, y por no haber sido leído por nadie de John Banville Antigua luz.   

miércoles, 4 de septiembre de 2013

"Herejes". Padura sigue con la serie Mario Conde.

Lourdes nos invita a leer este comentario de El País sobre Herejes, última novela de Leonardo Padura. Más abajo, en esta misma entrada María José hace algo parecido.

Leonardo Padura y la aventura de un ‘rembrandt’

El escritor cubano Leonardo Padura resuelve en 'Herejes' el misterio de 'Cabeza de Cristo' con su personaje Mario Conde


El escritor cubano Leonardo Padura, autor de 'Herejes', en Madrid. / SAMUEL SÁNCHEZ 

No es una novela policíaca al uso, ni Leonardo Padura (La Habana, 1955) ha tratado que Herejes (Tusquets) sea una obra de género, aunque haya utilizado a su investigador Mario Conde para adentrarse en los vericuetos de la Historia, atravesar varios siglos y seguir la pista de un cuadro del gran pintor holandés Rembrandt. Hay muchas horas de investigación y estudio detrás de la última novela de este escritor “estoy seguro que no debo ser el autor más talentoso de mi generación, pero sí que tengo una gran capacidad de trabajo. Tenía un tablero de ajedrez con distintas fichas y era difícil saber qué dirección seguir. Llegó un momento que lo tuve claro y me lancé de lleno a entrelazar la trama de Herejes”. Cuando habla Padura se apasiona con los dos temas que ha tenido que investigar para armar su libro y del que reconoce que sabía muy poco: el universo judío y la pintura de Rembrandt.
El lector se encontrará en Herejes una narración en tres tiempos: siglo XVII que es cuando Rembrant pinta Cabeza de Cristo y la obra pasa a manos de la familia Kaminsky; siglo XX cuando tres descendientes de esa familia huyen de la Alemania nazi portando el cuadro en el barco Saint Louis junto a más de novecientos judíos con destino a La Habana. En el muelle esperan Daniel Kaminsky y su tío quienes contemplan con horror como el barco, después de pasar varios días fondeado frente al puerto, es obligado a regresar a Alemania. En 2007 el hijo de Daniel, Elías, se entera de que el lienzo sale a subasta en Londres y decide viajar de Estados Unidos a La Habana para que alguien se encargue de seguir el rastro de Cabeza de Cristo. Ahí es entonces donde interviene el investigador Mario Conde.
“Creía que utilizar a Conde era lo más apropiado para mi trabajo literario. A través de sus ojos y de su investigación se perciben pinceladas de la figura de Rembrandt, un maestro que tenía como uno de sus grandes objetivos pintar a Cristo al natural, hasta tal punto que el rostro que aparece en ese cuadro es la de un judío de su barrio, del que se desconoce la identidad. Y la larga travesía que ha tenido que realizar el pueblo judío a lo largo de la Historia. Trato de ser muy respetuoso por el dolor padecido en el tiempo”, puntualiza el escritor. No tiene reparos en reconocer que ignoraba totalmente las técnicas pictóricas que utilizaba el maestro holandés para realizar sus cuadros. “Ahora creo que lo sé casi todo sobre Rembrandt. La obra La ronda de noche no se llamaba así originalmente porque sus integrantes se encuentran bajo un intenso rayo luz pero los barnices que utilizaba hizo que la pintura pareciese que la escena se desarrollaba por la noche”, apostilla con cierta sorna.


'Cabeza de Cristo' del pintor holandés Rembrandt
Autor de novelas de género negro reconoce que se ha registrado en los últimos años una excesiva publicación de ese tipo de obras “sobre todo por la ola de frío que nos llegó de los nórdicos que bajo el manto de un género han viajado buenos escritores y otros que no lo son tanto. Y lo mismo ha ocurrido con los que escriben en castellano. En los ochenta y noventa se crearon obras más ambiciosas de las que se están publicando actualmente”. Padura asume que es un género que al escritor le permite tocar todos los temas que preocupan a la sociedad actualmente: violencia, corrupción, crimen organizado…”Es difícil escribir de México sin tener en cuenta el narcotráfico; de España sin abordar la corrupción política; del emergente Brasil sin adentrarse en los índices de pobreza y las revueltas populares…Y en ese panorama han destacado buenos autores como Henning Mankell o Petros Markaris y otros con trabajos mediocres”, destaca el escritor.
El recién nacionalizado español, aunque se considera un escritor cubano, habla sobre la situación literaria en su país donde en estos momentos no existe una cantera de escritores fuerte como la que se registró en los noventa. “Fue el despertar de la novela cubana con la que se generaron espacios de libertad. Actualmente faltan obras y a ello hay que añadir la crisis económica en Europa que no ha favorecido la publicación de obras literarias de mi país. Hay una generación de autores posteriores a la mía como Karla SuárezWendy Guerra, Gerardo Fernández o Alberto Guerra que están haciendo cosas interesantes pero con grandes dificultades para adentrarse en el mundo editorial. La situación es complicada y hay que ir capeando el temporal”. Padura sostiene que la mejor de sus obras es La novela de mi vida(Tusquets) y precisamente ha sido la que peor suerte comercial ha tenido “uno a veces trata de que su trabajo sea redondo, pero cada uno lo vemos de distintas perspectivas”.
Este escritor, gran aficionado al béisbol mucho más que al fútbol, reivindica su identidad cubana porque es ahí dónde está su memoria y sus conocimientos que le permiten fabular en la literatura. Considera que ante la dictadura castrista la sociedad se ha vuelto “cínica. Dicen una cosa y hacen otra totalmente diferente. Su comportamiento es soez, agresivo, petulante algo que tiene muy poco que ver con la esencia cubana. Y de ahí el nacimiento de tribus urbanas que no ven la otra orilla y desconocen de la que parten. Están en tierra de nadie”.





María José nos ofrece la reseña de la última novela de Padura, Mario Conde nos sigue convenciendo todavía. Esta presentación fue publicada en Elemental el blog de novela negra de El País.


Herejes: Padura, o la mezcla perfecta de novela histórica, social y policíaca

Por: | 21 de agosto de 2013


Herejes
En 1939 el S.S. Saint Louis estuvo fondeado varios días frente a La Habana. En él viajaban 900 judíos que tenían la esperanza de encontrar en Cuba un lugar del que escapar de la barbarie nazi. La familia del niño Daniel Kaminsky, que esperaba en la orilla con su tío Joseph, tenía un as en la manga para conseguir quedarse: un pequeño lienzo de Rembrandt que había pasado de generación en generación y con el que tenían la esperanza de comprar a las autoridades cubanas. Pero nada salió bien, los judíos fueron enviados de regreso a una muerte segura en Europa y el cuadro desapareció.
Ese es el fascinante y crudo punto de partida de Herejes, la última novela de Leonardo Padura (La Habana, 1955) que Tusquets publica el 28 de agosto y de la que hoy ofrecemos en exclusiva el adelanto del tercer capítulo
En 2007, un descendiente de aquellos judíos pide a Mario Conde, ex policía, librero y a veces detective, que aclare qué ha pasado con el lienzo, que aparece en una subasta en Londres. Nos embarcamos entonces en una aventura que no da respiro, un relato del dolor de los judíos a lo largo de los siglos, de la desesperación de los cubanos, de la avaricia y la desdicha. La mejor novela de las ocho que ha escrito Padura con Conde como protagonista.

Herejes es una novela sobre el dolor. El de la pérdida de los seres queridos, el de la pérdida de la esperanza, de las ilusiones. El dolor del desarraigo, de la frustración por no poder ser lo que se quiere. Se trata de una obra compleja, con saltos temporales, de la Cuba de la década de los 50, a la de los primeros años revolucionarios, pasando por el Amsterdam del XVII, con su efervescencia pictórica y su tolerancia religiosa. Escenarios de cambio político y social elegidos y combinados de manera magistral por el autor de El hombre que amaba a los perros (Tusquets), que viaja hasta esos Países Bajos que siguen luchando contra España para explicar el origen del lienzo pintado por el gran maestro holandés, que usa como modelo a un judío que se rebela contra las prohibiciones de los suyos. Porque Herejes es también eso: un conjunto de seres que luchan contra la dictadura en todas sus formas, que buscan la libertad individual por encima de cualquier cosa.
Conde, más melancólico, más enfadado, mejor
Y ahí entra un Mario Conde más desengañado y cínico que nunca. Una figura algo desesperada pero no desesperanzada que es contratado por el hijo de Daniel, Elias, un judio neoyorquino, artista, grandote y honesto que quiere saber qué pasó con el lienzo y, aunque no lo confiese, quién se lo quedó y mandó a sus abuelos y a su tía Judith a la muerte. Conde, que se define como “un comemierda con dos doctorados” acepta el encargo para ganar unos buenos dólares, pero dice de sí mismo: “Yo no soy detective. Fui policía y ahora no soy nada”.
A través de los personajes, la obra analiza más y mejor que otras anteriores de la serie la situación de Cuba y la pérdida progresiva de toda esperanza.
“A sus 54 años cumplidos Conde se sabía un pragmático integrante de la que años atrás él y sus amigos calificaran como la generación escondida, los cada vez más envejecidos y derrotados seres que, sin poder salir de la madriguera habían evolucionado, (involucionado, en realidad) para convertirse en la generación más desencantada y jodida dentro del nuevo país que se iba configurando. (...) Apenas les quedaba el recurso de resistir como sobrevivientes”.
¿Y qué país es ese? Pues uno que ha ido de la esperanza al desencanto, la miseria, el ahogo y la corrupción. O, en palabras de Conde:
“Coño, Manolo, me parece que voy a cumplir cien años. No entiendo ni timbales.Tanto que nos jodieron la vida con, el sacrificio, el futuro, la predestinación histórica y un pantalón al año, para llegar a esto…”
Para los fans del que fuera 10 años policía en La Habana, tranquilidad: sigue siendo un amante de los libros, sigue soñando con escribir esa novela parecida a las de Salinger, sigue disfrutando de la vida con las comilonas que prepara la madre de Carlos El flaco y “hablando mierda” con los amigos y sigue, aunque él no termine de comprenderlo, con la apabullante Tamara.
Padura
            FOTO: El escritor cubano entre burgueses neerlandeses del siglo XVII
El mayor mérito de la novela es que, al tiempo que disfrutamos del mejor Conde, nos muestra con crudeza y realismo lo peor de la persecución y las matanzas de judíos en el siglo XVII, una narración conseguida a partir de “una exhaustiva investigación histórica y con documentos históricos de primera mano”, en palabras del propio Padura, y nos mete de lleno en la realidad cubana, compleja y dura.
No se puede contar mucho más sin estropear la trama. Sólo decir que en la resolución de las historias, como en cada novela de Conde, como en la vida, hay una dosis de dolor y otra de esperanza. Y los protagonistas no escapan impunes. Que la disfruten.

      Seguí  el consejo de nuestras amigas y contertulias y leí la tremenda novela de Eduardo Padura. Novelón en el sentido de que presume de estructura, de arquitectura que armoniza los distintos niveles temporales, parentescos, localizaciones, biografías.... Disfrutamos de los frutos de la investigación de Padura y nos sentimos más informados y conocedores de la obra de Rubens, parece que ya podemos pasear por Amberes, casi con la misma soltura que por la Havana, conocemos detalles de la diáspora americana de ciudadanos centroeuropeos que contribuyeron a forjar la economía americana y sus dificultades de integración. Todo esto nos hace mejores, más infpormados, más conscientes, pero sólo Mario Conde nos hace sentir, incluso con sus investigaciones, ya no policiales, bibliográficas. El envejecimiento de Mario corresponde con un cambio de formato en sus relatos, lo que antes eran relatos ahora es una novela con la forma de las anteriores El hombre que amaba los perros o La novela de mi vida con amplitud temporal, distintos escenarios, información histórica pero sin Mario Conde.
Quizás hay menos Mario, más vejez, mayor visión amplia a cambio de lo impactante de la apertura a un nuevo mundo literario que nos ofreció Padura en su tetralogía que añoramos.

martes, 3 de septiembre de 2013

"Génesis" de Bernard Beckett.

Belén nos propone una novela de ciencia ficción. De acuerdo con su especialidad, la tecnología, esta novela, como ya es propio del género, nos advierte de los peligros de la tecnología sin sabiduría. Más que de los excesos de la tecnología y de la ciencia desbordada nos pretende prevenir de las consecuencias de la renuncia a la reflexión, a la crítica, a la humanidad que representa la filosofía.
        Este libro filosófico, desde el nombre de los personajes a los problemas que trata nos parecen una apología de la filosofía, sin nombres propios supone un aperitivo adecuado para estimular los estudios filosóficos con nombre propio y teorías explícita y desvergonzadamente filosóficas. En nuestro actual sistema educativo la presencia mínima de la filosofía parece garantizada, así como la posibilidad de que nuestros alumnos descubran en este libro las teorías y filósofos ya estudiados. 
      Tampoco renuncia esta novela a abordar sin sermones problemas de nuestro tiempo como las migraciones y xenofobia, el abuso de poder, la violencia, los derechos de los animales, el abuso de poder, la legitimación democrática, la educación y sus consecuencias. Todo ello mediante una reflexión filosófica que podría enriquecerse mediante la utilización de links o instrumentos parecidos que pudieran ofrecer una lectura con posibles aperturas a biografías, teorías, textos originales, que introdujeran aspectos más académicos y profesionales.